Una leyenda urbana de San Luis Potosí que tuvo lugar en un antro conocido como el “el 8 segundos” que a pesar de no tratarse de una historia original, causó en su tiempo mucha agitación social y lejos de provocar que la gente dejará de ir, invitaba a curiosos a asistir a este lugar.
En los años 90’s justo en un viernes santo y a pesar de que es un día de abstinencia para los católicos, muchas gente aún decide salirse a divertirse. Uno de estos lugares donde los potosinos podían recrearse era el famoso antro “8 Segundos” referencia al deporte de jineteo de reses en un rodeo.
La gente se mostraba muy contenta y eufórica, no había razón por la que no pasar otra gran noche como se acostumbraba, la música estaba a todo lo que da y como es costumbre en estas fechas las promociones de venta de alcohol eran muy atractivas.
De pronto la llegada de un personaje comenzó a llamar la atención de todos los asistentes: un joven muy guapo, bien vestido y con apariencia de tener mucho dinero arribaba por la entrada principal. Aunque nadie sabía quién era, su presencia llamaba mucho la atención como si se tratase de una auténtica estrella de rock o un famoso actor.
El muchacho era muy alegre y parecía llevarse bien con todos en cada mesa que pasaba, llegando finalmente a una donde se encontraba una muchacha sin nada de atractivo, sin bonita cara, sin ropa exuberante o elegante, una chica promedio. Para sorpresas de todos, el joven galante la invitó a bailar, la muchacha no podía creer su fortuna y acepto bailar con él.
Se acercaron al centro de la pista y comenzaron a bailar música tejana, al parecer el muchacho era un gran bailarín pues su plazos eran fluidos y desafiantes, la joven no parecía batallar para seguirle el paso a pesar de mostrarse algo torpe en la mesa parecía que estaba bajo algún embrujo que le permitía igualar la destreza de su pareja. Todo el mundo miraba la pareja que era el centro de atención de aquella noche, pero de un momento a otro un olor nauseabundo junto con una neblina comenzó a apoderarse del lugar, como el hedor del caño. Aun así la gente aún no estaba alarmada por tales hechos y únicamente confundida, pero comenzaron a sentir que ya no podían mover sus cuerpos y darse cuenta que era algo que a todos les ocurría menos a la pareja.
Todos entraron en terror cuando observaron que uno de los pies de aquel joven no tenía zapato y que no se trataba de un pie humano, si no de la pezuña de una cabra grande. La gente estaba completamente horrorizada, pero no se podían mover. Uno de ellos comenzó a rezar, por lo que la mayoría de la gente comenzó a seguirlo, hasta que finalmente un inmenso humo envolvió el lugar y aquel joven desapareció, dejando a la muchacha en el centro de la pista inconsciente y con quemaduras en las partes donde el galán le había tomado para bailar.
Finalmente todos pudieron escapar del lugar, pero el olor a azufre se quedó impregnado por varios días más. Lejos de perder clientela aquel lugar, está incremento por gente que buscaba ver aquel joven que muchos le atribuyeron a una parición del propio diablo.
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