Allá por 1949, una cisterna pasaba por un camino de terracería que hoy es la avenida Juárez, enfilaba hasta la Cañada del Lobo. Si has caminado por la Cañada, quizá ya te diste cuenta que, antes de subir a la cortina, del lado derecho, hay una antigua red hidráulica oxidada que desemboca abruptamente en el lugar donde ahora estacionan sus vehículos algunos paseantes.
Desde esa tubería, cargaba agua la cisterna en comento. En temporada de calor, hacía varios viajes.
La forma en que comercializaban el agua es digna de contarse. Operador y copiloto formaban varias latas de lamina, las llenaban desde la cisterna y las ponían alrededor del camión, y gritaban bien fuerte:
Agua del Carmeeeen, Agua de San Miguelitoooo.
Sus paradas eran por Carranza, por la Lonja, por las iglesias de los 7 barrios. Los empleados de las familias pudientes, salían de sus domicilios y pedían, traigame dos latas, o dejeme cinco. Y acercaban sus tinajas. Comprar así el agua, evitaba hacer fila en los hidrantes ubicados en lugares estratégicos de la ciudad, a los que acudían los potosinos para abastecerse del vital líquido.
La gente de la periferia se abastecía con agua cristalina de pozo.
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