El movimiento de mujeres ha alcanzado, en este sexenio, una visibilidad inusitada y contundente, desde las marchas contra la violencia del #8M de 2020, hasta tocar las puertas de Palacio Nacional con el reclamo al presidente López Obrador de romper con el pacto patriarcal en la candidatura de Salgado Macedonio, en Guerrero. La acumulación de indignación por la violencia de género, un relevo generacional o la decepción por una paridad simulada, explican su vertiginoso ascenso hasta catapultar sus reclamos al centro de la conversación pública. La cuestión ahora es si lograrán trasladar esa fuerza al terreno electoral para sacar del poder, por vía de los votos, a políticos identificados como agresores de mujeres o con fama pública de abusadores sexuales.
El caso de Macedonio pone en la mira de la campaña electoral 2021 el clima de violencia e impunidad, aunque es menos claro si subirán el siguiente escalón con un llamado al voto de castigo contra candidatos de los que se presuma violencia de género, familiar o abuso sexual, pues de poco han servido políticas institucionales para detenerlos, como el acuerdo 3de3 de los partidos en el INE. Su reclamo de que el político guerrerense renuncie a la candidatura de Morena marca el camino hacia las urnas en ese estado y se proyecta a las otras 15 entidades con comicios estatales, pero sus objetivos pasarán primero por romper el propio miedo a la violencia o de los patrones de machismo que están detrás, por ejemplo, de la popularidad de candidatos como El Toro Macedonio.
Los grupos feministas se han convertido en la mayor oposición al gobierno y han llevado la protesta al límite en el caso de Macedonio, sin duda potenciada por las malas respuestas del “ya chole” de López Obrador a sus reivindicaciones y su defensa del candidato de Morena. La imagen de Palacio Nacional amurallado para recibir las marchas por el Dia Internacional de la Mujer, mañana 8 de marzo, es un símbolo rotundo de la distancia infranqueable con el gobierno y la oposición fuerte y beligerante de las mujeres. La rabia de las jóvenes feministas ha cimbrado al gobierno con la acción directa en calles, plazas, Congresos o las redes sociales, como la expresión más radical contra la violencia, que deja un promedio de 10 feminicidios diarios en el país. En ese contexto, la candidatura de Macedonio significa un paso adelante para que el enojo permee en las campañas y el llamado a las urnas del próximo 6 de junio.
El Palacio Nacional atrincherado con una tapia de tres metros, por primera vez en el sexenio, representa la defensa que el Presidente ha hecho de Macedonio, a pesar de las cinco denuncias de abusos sexual que, incluso, obligaron a Morena a revaluar su candidatura, aunque finalmente la permitieron registrar. Para las feministas, él es el mejor ejemplo de la impunidad de en un hombre que abusa de mujeres sin recibir castigo, sino todo lo contrario, es premiado. El caso ha provocado un cortocircuito en la comunicación presidencial con una parte de la sociedad, que pierde el miedo a expresarse para volcar su enojo en las urnas, aunque persiste el disuasivo de la violencia. Salgado Macedonio también ejemplifica ese temor y agravio, porque, además, cuando gobernó Acapulco floreció la violencia y el crimen organizado.
Una de las acusaciones más robustas por abuso sexual se cayó porque una de las mujeres agredidas no ratificó su denuncia, y otra es desestimada por los tribunales de Guerrero por la posibilidad de la prescripción del delito desde 1998. El Presidente y su partido se escudan en la falta de sentencias condenatorias para dejar correr su registro aunque vuelva a presentarse a la encuesta de Morena, lo que las mujeres viven como una afrenta y la confirmación del pacto de impunidad detrás de su candidatura. A pesar de ello, obligaron a Morena a arrancar la campaña el viernes pasado en Guerrero sin poder avalar aún a un candidato y visibilizar su agravio en todo el país.
Pero más allá de la coyuntura, la lucha de las mujeres es por alcanzar el “poder con poder”, pues ven las reformas institucionales y legales, por ejemplo de la paridad, como insuficientes para llegar a la toma real de decisiones. Y eso pasa por las urnas.
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