Laura Patricia Silva Celis
La lucha por los derechos de las mujeres en el Mundo ha significado un camino largo y sinuoso en todos los ámbitos de la estructura y superestructura social a lo largo de la historia. Sin embargo, hechos concretos como los ocurridos el 8 de marzo de 1857 en los Estados Unidos, colocaron en el calendario mundial esta fecha a la vista de las nuevas generaciones: Anónimas, pero valientes, un colectivo de obreras norteamericanas decidieron protestar contra la explotación de su fuerza de trabajo denunciando las inclementes condiciones laborales a las que estaban sometidas; elevaron sus voces ante una sociedad injusta y desigual, pero como respuesta obtuvieron una represión sangrienta registrada en las páginas oscuras de la historia ¡129 mujeres fueron cegadas de la vida! así nada más; el sistema decidió que esa fuerza creadora de riqueza podía ser eliminada, ya que las máquinas, sin ellas, seguirían su monótono curso, pues otras llegarían, indudablemente, a ocupar su lugar. Este hecho, desde mi particular punto de vista, pone de manifiesto que en una sociedad desigual se vuelve más virulento el encono entre géneros, contexto en el que la mujer ha sido la que asume el rol con menor ventaja, más aún cuando se trata de la mujer proletaria.
Hoy, en pleno siglo XXI, seguimos enfrentando y añadiendo causas que justifican, sin duda, la protesta femenina, porque la conquista de los derechos humanos significa, todavía, una pronunciada pendiente a escalar en un ámbito social donde prevalece el hambre, el desempleo, la violencia, la ignorancia, la manipulación, la explotación laboral, la pobreza y la desigualdad. Basta reconocer que, aunque, la participación de las mujeres en la vida de nuestra sociedad ha sido siempre útil y necesaria, el reconocimiento social o la contribución económica que debería garantizárseles, muchas veces se ignora, se evita, se golpea, se sepulta.
Sin embargo, la crisis que se vive en estos tiempos, así como la participación de quienes tenemos un compromiso social por la conquista de una nueva sociedad, nos ha permitido encontrar en la lucha organizada una herramienta eficaz para que la intervención de la mujer en la toma de decisiones y en la construcción de una sociedad más justa sea un factor inminentemente necesario. Y es que, las mujeres, y los hombres progresistas, debemos ir más allá de las fronteras de lo establecido, lo dijo V.I. Lenin en 1920 al dirigirse a las obreras del Mundo: “La igualdad ante la ley no es igualdad frente a la vida. Nosotros esperamos que la mujer obrera conquiste, no solo la igualdad ante la ley, sino frente a la vida, frente al obrero […] El proletario no podrá llegar a emanciparse completamente sin haber conquistado la libertad completa para las mujeres”. En esta cita se sintetiza la necesidad de organizarnos para que juntos, hombres libres de prejuicios de género y mujeres insurgentes, vayamos a la conquista de una nueva sociedad con justicia social.
Hoy, rindo homenaje a todas las mujeres progresistas del mundo, porque todas lo merecen; pero hago una invitación fraterna a aquellas que aún no se atreven para que se organicen, y a quienes han sectorizado su lucha las convoco para que eleven más alto las banderas de la igualdad, pues no basta con que la ley nos reconozca, lo que urge es que en el espejo de nuestra lucha también permitamos que se refleje la sociedad entera y entonces alcanzaremos a vislumbrar el camino que nos llevará a transformarla para alcanzar “un mundo donde todos seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres” (Rosa Luxemburgo). Conmemoremos el día de la mujer, nos hace mucha falta.
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