Este triunfo español fue considerado como un milagro llevado a cabo gracias a la intervención de la Inmaculada Concepción. Sin embargo, esta festividad fue declarada como tal en 1854, cuando el papa Pio IX lo hizo por medio de la carta apostólica ‘Ineffabilis Deus’.
¿Por qué el 8 de diciembre se celebra la Inmaculada Concepción?
Se celebra en esta fecha porque el 8 de diciembre es exactamente nueve meses antes del nacimiento de la Virgen María. Además, en España es porque el 8 de diciembre se libró la Guerra de los ochenta años, entre el ejército español y el holandés.
Según Aciprensa, la Inmaculada Concepción hace referencia a la manera especial en que fue concebida María. Esta concepción no fue virginal, ya que ella tuvo un padre y una madre humanos, pero fue especial y única de otra manera.
A su vez, el Catecismo de la Iglesia Católica describe que:
“Para ser la Madre del Salvador, María fue ‘dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante’. El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como ‘llena de gracia’. En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios” (490).
“A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María ‘llena de gracia’ por Dios (Lc. 1, 28) había sido redimida desde su concepción”. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX:
”... la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano’” (491).
En palabras de San Juan Pablo II, podemos decir que “María, al lado de su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La Iglesia debe mirar hacia ella, Madre y Modelo, para comprender en su integridad el sentido de su misión”.
“Fijemos, por tanto, nuestra mirada en María, ícono de la Iglesia peregrina en el desierto de la historia, pero orientada a la meta gloriosa de la Jerusalén celestial, donde resplandecerá como Esposa del Cordero, Cristo Señor”.
Finalmente, los padres de la Iglesia afirmaron “que la misma santísima Virgen fue por gracia limpia de toda mancha de pecado y libre de toda mácula de cuerpo, alma y entendimiento, y que siempre estuvo con Dios, y unida con Él con eterna alianza, y que nunca estuvo en las tinieblas, sino en la luz, y, de consiguiente, que fue aptísima morada para Cristo, no por disposición corporal, sino por la gracia original”, explicó el Papa Pío IX.
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