Este 20 de noviembre se conmemora el 110 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, movimiento armado que terminó con la dictadura de más de 30 años de Porfirio Díaz.
Sin embargo, el inicio de este proceso comenzó mucho antes de esta fecha e incluso tampoco existe un conceso sobre cuándo terminó el proceso revolucionario.
El historiador de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), Jonathan Gamboa, explicó que los origenes del movimiento ocurrieron desde mucho antes de 1910, a través de la lucha social durante el Porfirismo desde finales del siglo XIX. Un ejemplo sería San Luis Potosí, en donde se realizó una reunión de clubes liberales en 1901 dirigida por el Club Liberal Ponciano Arriaga, a la que asistieron ideólogos potosinos y del resto del país, como los hermanos Flores Magón y Camilo Arriaga.
“Ahí se empezaron a poner de acuerdo los que después conformaron el Partido Liberal Mexicano, también estaban presentes muchos de los que escribieron en el periódico Regeneración que era la oposición principal de Porfirio Díaz”, comentó.
Otro hecho que marcó al proceso de la revolución fue el aprisionamiento de Francisco I. Madero en San Luis Potosí durante tres meses, un mes dentro del actual Centro de las Artes (CEART) y el resto fuera de ella con libertad de movimiento, periodo durante el cual se formó el Plan de San Luis que llamaba a las armas contra el gobierno porfirista ante el fraude electoral sufrido por madero.
El maestro Gamboa enfatizó que la revolución no se realizó de manera lineal, debido al cambio de alianzas y bandos que surgieron durante muchos años. En un inicio existía la oposición general en contra de Díaz, aunque con luchas regionales e ideológicas; cuando Madero se lanzó con el Partido Antirreeleccionista por la presidencia de la República, la mayoría se unió a él no porque creyeran en su visión, sino porque vieron en esa lucha la posibilidad de poner fin a la dictadura del general.
Una vez que se logró la derrota del porfirismo y Madero llegó al poder, el especialista indicó que las acciones del presidente no fueron del agrado de todos aquellos que se sumaron a su movimiento debido a que eran heterogéneos.
“Algunos tenían un programa muy específico de control regional, como se dio en la revolución en el norte en diferentes frentes y otros tenían unas luchas de corte más ideológico y social como en el sur, con (Emiliano) Zapata”, explicó.
Sin embargo, Francisco I. Madero no logró responder a las necesidades de los diferentes movimientos a pesar de que intentó conciliar los frentes. Gamboa señaló que esto derivó en la unión de los diversos bandos en repudió a su gobierno y de paso fortaleció a los conspiradores que llevaron a cabo la Decena Trágica, con Victoriano Huerta al frente y que tuvo como consecuencia la muerte de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez.
A pesar de que la muerte del presidente provocó la disgregación de los diversos bandos, después se unieron para derrotar al gobierno huertista, pues esta representaba el regreso del Porfirismo.
Desde varios frentes se trató de llegar a la unidad a través del Ejército Constitucionalista liderado por Venustiano Carranza. Sin embargo, Gamboa señala que este también falló en el propósito, pues trató de quitar fuerza a quienes lucharon de su lado hasta disgregar el movimiento. Es en este contexto en el que surge la Constitución de 1917 y llevar a Carranza a la presidencia ese mismo año.
Con el reacomodo de las fuerzas, comenzó el asesinato de los principales jefes revolucionarios: Zapata en 1919, Carranza en 1920 y Pancho Villa en 1923.
La muerte de Venustiano Carranza llevó a que la lucha de Álvaro Obregón dirigiera el país durante casi toda la década de 1920 hasta la muerte de este en 1928, en donde se construye su figura de caudillo. Aunque casi de manera inmediata comenzó el periodo del Maximato (1928-1934) con Plutarco Elías Calles, apodado el Jefe Máximo de la Revolución, como el personaje de mayor influencia sobre la política mexicana.
“Por eso de pronto se estaba de un lado y del otro, porque algunos buscaban la lucha del poder del país, como Carranza, como Obregón y los sonorenses, pero otros tenían luchas muy específicas, como Zapata que no se interesaba por el control del país, sino que le interesaba la repartición de la tierra y la autodeterminación de los grupos indígenas en el sur, y como Villa que le interesaba un control regional”, comentó el historiador.
El proceso gradual de la lucha revolucionaria provocó posteriormente la formación de un partido basado en los principios de la lucha que logró la hegemonía para bien y para el mal del país.
El maestro Gamboa indicó que a partir del gobierno de Álvaro Obregón la revolución se convirtió en un discurso ideológico distribuido a través de las instituciones de gobierno, como la Secretaría de Educación Pública (SEP), lo que llevó a construir discursos en la plástica, a través del muralismo, y años después en la literatura, escritos por periodistas.
Con el partido de estado —ya sea Partido Nacional Revolucionario (PNR), Partido de la Revolución Mexicana (PRM) o Partido Revolucionario Institucional (PRI)— convirtió los cuentos literarios de la lucha en hegemónicos, lo que cambió la construcción del discurso de la revolución a una unificada y la negación de las contradicciones surgidas, con el objetivo de buscar la estabilidad del país.
“Logró construir instituciones, una estabilidad que era muy necesaria en el país, pero por otro lado se convirtió en una institución autoritaria que a la larga se encarnizó en el poder, de una manera única que no pasó en otra parte de Latinoamérica, y eso es lo que construyó el siglo XX y su desarrollo con lo bueno y lo malo del país”, agregó.
Aunque enseñar este proceso histórico se ha realizado de una manera simple y ordenada en la niñas y niños con el fin de generar identidad y coherencia ideológica, el maestro Gamboa comentó que con el objetivo de crear conciencias criticas es útil que las generaciones jóvenes conozcan otros discursos de la Revolución Mexicana y se retome la historia como herramienta pedagógica, para mejorar a la sociedad del país.
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