Por: José Orlando Ascencio
22 de octubre 2020 , 08:34 p. m.
Hace 43 años que se retiró del fútbol y más de una generación no lo ha visto jugar, salvo en viejas películas. Pero cualquier hincha del fútbol sabe de qué le están hablando cuando le mencionan la palabra Pelé. El mejor jugador del siglo XX junto con Diego Armando Maradona, según la salomónica decisión que tomó la Fifa en 1999, este viernes está cumpliendo 80 años.
Pelé hizo magia en las canchas del mundo durante 21 años. Vivió en una época en la que el fútbol era distinto, la palabra y el amor por los colores estaban por encima del dinero. Solo se puso tres camisetas en el fútbol profesional: la del Santos, la de Cosmos de Nueva York y la de la selección de Brasil. Pero hizo algo que ningún otro en el planeta puede contar: ganó tres mundiales de fútbol, dos de ellos como figura rutilante.
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Tres días antes de su cumpleaños, Pelé comenzó a responder por todo el cariño que sigue recibiendo: “Tengo que agradecer a Dios por la salud de llegar hasta aquí, con esta edad y lúcido, no muy inteligente, pero lúcido”, bromeó. “Espero que, cuando fallezca, Dios me reciba de la misma manera en que todo el mundo me recibe hoy por nuestro querido fútbol”.
"Tengo que agradecer a Dios por la salud de llegar hasta aquí, con esta edad y lúcido, no muy inteligente, pero lúcido"
Pelé nació siendo Edson Arantes do Nascimento, el 23 de octubre de 1940. Aunque su nombre siempre estuvo relacionado con Santos y, por ende, con el fútbol paulista, Edson es de Três Corações, en Minas Gerais. Su padre, João Ramos do Nascimento, era futbolista también. Le decían Dondinho, y Pelé siempre afirmó que su padre consiguió una hazaña que él nunca pudo: “Dondinho hizo cinco goles de cabeza en un partido. Yo nunca pude lograr algo semejante”, dijo alguna vez.
Dondinho alcanzó a jugar en uno de los grandes de Minas Gerais, el Atlético Mineiro, hasta que sufrió una grave lesión que truncó su carrera. Así las cosas, pasó muchas dificultades. Edson tuvo que hacerse lustrabotas para ayudar en su casa. Pero sacó tiempo para jugar.
La familia se mudó a Baurú, y el pequeño Edson, con sus amigos del barrio, armó un equipo llamado Ameriquinha, que comenzó a hacerse fuerte. Aún no era Pelé: era Dico, apodo que le puso su familia y significaba ‘hijo de guerrero’. Le gustaba, a veces, jugar como portero, y desde allí comenzaba a narrar los partidos. Era hincha de Vasco da Gama y, cuando narraba, se llamaba a sí mismo Bilé, como le decían al portero de ese club. Pero en su narración no podía pronunciar bien su nombre. Así que sus compañeros empezaron a burlarse de él y le decían Pilé. Luego mudó a Pelé. Si en ese momento supieran lo que ese nombre vendría a significar...
Pero el sueño inicial de Pelé (un apodo que al comienzo odiaba y le generó más de una pelea) no era el de ser futbolista, aunque toda su técnica la había aprendido de Dondinho. Él quería ser piloto, hasta que fue testigo de un accidente que cambió todo: un avión cayó cerca de su casa, y todos sus ocupantes murieron.
La técnica que le enseñó Dondinho la pulió Pelé jugando al fútbol sala, que por entonces comenzaba a crecer en Brasil. Y allí encontró a un entrenador que acabó de pulirlo, Waldemar de Brito, que había sido mundialista en Italia 1934. Fue él quien convenció a la familia de llevarlo al Santos. Sobre todo a su mamá, que no quería que fuera futbolista. “No juegues al fútbol. Tu padre jugaba y se lesionó, y ahora no puede mantener a la familia”, le dijo alguna vez.
Su carrera se pudo truncar. Comenzó en las juveniles del equipo, y poco a poco le fueron dando espacio para entrenar con los titulares. Sin embargo, en la final de un torneo sub-16 falló un penalti y estaba decidido a dejar el club. Finalmente lo convencieron de seguir, con una exigencia: fortalecerse físicamente, porque era muy delgado. El 7 de septiembre de 1956 jugó su primer partido profesional, contra el Cubatão: anotó un gol.
Con el Santos marcó una época. Por eso decidieron llevarlo al Mundial de Suecia, con apenas 17 años. Pero su convocatoria generó polémica. Para llevar a Pelé, habían dejado por fuera a Luizinho, figura de Corinthians, el equipo más grande del fútbol paulista. Los hinchas de ese club organizaron un partido contra la selección para demostrarle al DT Vicente Feola que estaba equivocado. Y en ese juego, Ari Clemente, un zaguero de Corinthians, le entró muy fuerte y lo lesionó. Y así llegó a la Copa del Mundo. En Suecia comenzó como suplente, pero se ganó el puesto. No jugó los dos primeros partidos.
Apareció contra la Unión Soviética y nunca más lo sacaron. Hizo seis goles en los últimos tres partidos, entre ellos dos en la final, contra los locales. Uno de ellos está en la lista de los más hermosos de la historia de los mundiales, con un doble sombrero espectacular.
Lo ganó todo con Santos, incluyendo la naciente Copa Libertadores, que obtuvo dos años seguidos, 1962 y 1963. En su segundo Mundial, el de Chile, fue campeón pero no tuvo gran participación por culpa de un desgarro. El juego fuerte lo sacó a él y a Brasil en primera fase en Inglaterra 66. Y luego llegó su consagración, en el Mundial de México, en 1970. Fue una selección que llegó con dudas y se despidió con elogios de todo el planeta.
Fue tan brillante lo de Pelé en ese mundial que Tarcisio Burgnich, zaguero italiano que jugó contra él en la final, declaró: “Antes del partido pensé que Pelé era de carne y hueso, como yo. Luego comprendí que estaba equivocado”.
Cansado de viajar por todo el mundo, se despidió de la selección el 18 de junio de 1971, contra Yugoslavia. Siguió jugando tres años más con el Santos, hasta que en octubre de 1974 se despidió del club.
El escritor y periodista brasileño José Roberto Torero recuerda ese día. “A mí no me interesaba mucho el fútbol, pero ese día mi padre me dijo que tenía que acompañarlo. (...) Cuando terminó el primer tiempo, uno de los jugadores del Santos se quedó de rodillas en el césped, y fue entonces cuando vi llorar a mi padre. No solo él; los hombres que había a nuestro alrededor también lloraban. (...) Me parecía todo muy raro, así que pregunté:
–Papá, ¿por qué llora todo el mundo?
–Porque aquel hombre va a dejar de jugar al fútbol –me dijo–.
–¿Y por qué tiene que dejar de jugar? ¿Es muy malo?
–No –respondió, secándose las lágrimas–. Es el mejor del mundo”.
El peso de la leyenda
Tras su retiro, Pelé hizo inversiones que no le salieron bien y que casi lo dejan en bancarrota. La única manera de recuperarse era volver a jugar. Tuvo ofertas de Juventus, Real Madrid y América de México, pero decidió firmar un contrato de tres años con el Cosmos de Nueva York, en una incipiente liga estadounidense que, para tratar de crecer, llevó a cracs de todo el planeta. Estuvo tres años, y en ese lapso el fútbol tuvo en Estados Unidos una popularidad que no había tenido antes y que tampoco volvió a tener tras su retiro definitivo, el primero de octubre de 1977, en un amistoso contra Santos.
Pelé visitó varias veces Colombia como futbolista. En una de esas visitas, en un partido contra Nacional en Medellín, el presidente de ese club, Hernán Botero, hizo correr el horario del partido, retrasando un pago para que la gente que estaba en una corrida de toros alcanzara a llegar al estadio Atanasio Girardot. Y también en el país vivió uno de los episodios más complicados de su carrera. En 1968 enfrentaban a la selección olímpica y terminó expulsado. El árbitro, Guillermo ‘Chato’ Velásquez, fue agredido por varios jugadores de Santos. Pelé volvió a la cancha y cambiaron al juez, aunque luego él y los agresores terminaron en una comisaría.
Para la Fifa, Pelé comparte el podio con Maradona, con quien ha tenido una relación de amor y odio. Este viernes, a los 80 años, sigue siendo amado y respetado. Así muchos no lo hayan visto en vivo.
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